martes, 18 de octubre de 2011

En el norte de la bota; Verona y Milán




A partir de la entrada en Milán,nuevamente empezó otro viaje....Nos volvimos a separar para emprender viajes distintos y quedamos solo 2 , Mauge y yo, el dúo más despistado. Ahh, y sin el auto, con todo lo que eso implica... sin GPS y con más de 30 kilos de equipaje cada una. Todo un desafío.
Como Suiza hizo temblar nuestro bolsillo decidimos saltearnos una cuidad e irnos antes a Italia. Después de varias idas y vueltas nos decidimos por ir unos días antes a Verona y luego seguir con el itinerario planeado...y que buena decisión.
Estando en Italia volvimos a recordar el verano Uruguayo, pasamos calor como hacía ya más de un mes que no pasabamos; definitivamente hacía mucho más calor que en el resto de Europa.
Verona, de la que no sabía nada, resultó ser una de las ciudades más turísticas de Italia, después de Roma y Venecia. Los tanos han sabido explotar las atracciones de la ciudad al máximo, sean reales o no. Por ejemplo, Shakespeare hace referencia en su obra Romeo y Julieta a la ciudad de Verona. Ahora la casa de Julieta está convertida en museo y es una atracción muy visitada en la ciudad.


 Además hay una estatua de Julieta donde la gente acude en masa a tocarle la teta derecha, con el fin de tener buena suerte en el amor. Estupidez o no, cientos de turistas van y lo hacen (nosotros incluídos, obviamente, porque era gratis).

La ciudad por la noche tiene mucha vida, aunque en este momento muchos italianos están de vacaciones por lo que la ciudades pasan a estar llenas de turistas y vacías de gente local.

Verona tiene mucha vida teatral y de ópera; ha aprovechado un antiguo anfiteatro romano (parecido al coliseo que está en roma, pero más chico) para convertirlo en un lugar de visitas durante el día y de conciertos durante la noche. En la "arena de Verona" se llevan a cabo obras clásicas todas las noches, lo que también atrae a mucha gente.
Vimos gente bailando tango en la calle y espectáculos callejeros; la noche contribuyó , ya que era una noche de verano divina.

El segundo día de estadía en Verona nos fuimos al Lago di Garda, un lugar a unos pocos kilómetros de verona, que como su nombre lo indica, es un lago, muy lindo por cierto. Teníamos ganas de playa porque en Asia nos habíamos mal acostumbrado a hacer mucha playa. Ese día retocamos el colorcito y de noche a modo de despedida hicimos una picada en el camping para despedirnos ya que en Milán, el próximo destino, nos separábamos.
En Milán no nos quedamos nada...menos mal, porque la ciudad parecía totalmente vacía. No andaba nadie en las calles. Nos limitamos a dar una vuelta por las calles principales, fuimos a la catedral del Duomo y al centro y por la noche Mauge y yo nos tomamos un tren (una experiencia inolvidable, no precisamente por lo linda) y nos fuimos rumbo a Roma.
Lo más lindo de la ciudad fueron los reencuentros. Cuando llegamos a Milán nos encontramos con las hermanas y la prima de vale, que iban a hacer con ella los últimos destinos. Nos trajeron preciosos manjares del otro lado del océano: medio kilo de yerba y unas barritas de dulce de leche.

De tarde, casi cuando nos ibamos, nos encontramos con tres amigas con las que hicimos la primera parte del viaje. Nos habíamos despedido en Egipto y ahora nos volvimos a encontrar en la estación de tren de Milán.
Para hacer la cosa más multitudinaria nos encontramos con los padres de Laura, que habían llegado a Milán también ese día, y pasaban a ser, junto con Laura, los nuevos conductores de la celeste, hasta su devolución en París.
Habíamos comprado los pasajes más baratos que encontramos, unos 34 euros cada una, en un tren segunda clase. Realmente el sistema de transporte en Italia deja bastante que desear. Era un tren bastante mugriento, mucho más que cualquiera de los que tomamos en Asia o Egipto. Las personas sacaban la cabeza para afuera y gritaban cosas, como si fueran hacinados.
La sensación que tuve mientras estabamos en los andenes y cuando el tren arrancó, fue bastante fea,de un frío en la panza, como cuando pisás en falso y pensás que te vas al piso… Las gurisas nos saludaban desde el andén, y sus caras también reflejaban un poco de susto.
Viajamos en un tren nocturno, en una cabina para 6 personas, pero al principio sólo eramos Mauge y yo , por lo que nos ilusionamos con poder echarnos sobre los asientos y poder dormir algo, adivinen que?.. fue realmente imposible.
El tren paraba cada 15 minutos en una estación y se subía gente, por lo que debíamos irnos acomodando sucesivamente en los asientos que iban quedando libres y teníamos cada vez menos espacio. Sobre los pasajeros que se subieron a nuestro “camarote” tendría que escribir un relato aparte…sólo puedo decir que hubo uno que nos puso los pelos de punta.
Además cada vez que un tren rápido pasaba por la vía contraría, el nuestro parecía a punto de descarrilar .Todo eso sumado a que ibamos sin aire acondicionado por lo que si o si debíamos llevar la ventana abierta para no morir de calor. Para contribuir a nuestro alterado estado mental, nadie te avisaba ni en persona ni por altavoz en que parada estabas , por lo que pusimos la alarma del celular, según la hora en que estimábamos llegar por si acaso nos dormíamos.
De todas maneras no fue necesario el despertador porque no pegué un ojo en toda la noche. La verdad es que el sistema de transporte, por lo menos a nivel de trenes, de varios países de Asia, como China o Hong Kong le da varias vueltas al transporte Italiano, por más europeo que sea.

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