Estoy contenta de haber decidido hacer este país libre , es decir hacerlo sin la masividad del grupo de viaje, porque nos permitió poner los pies un poco más sobre la tierra y no enfocarnos solamente en los puntos turísticos.
Cruzar en ómnibus de Ho Chi Minh a Phnom Penh fue una experiencia fuerte, pero me alegro de haber elegido hacer frontera terrestre. Apenas cruzamos la frontera se sintió el cambio. Si bien Vietnam es un país pobre Camboya es mucho más. Ya en la frontera tuvimos una pequeña muestra de lo que se venía. Se nos acercaban muchas personas a vendernos cosas a través de la ventana del ómnibus o a pedirnos que les dieramos dinero.
A mi me pasó que una mujer viejita se acercó a la ventana de mi lado y comenzó a pedir, haciendo señas y pidiendo comida. Es díficil saber que edad tenía exactamente pero a decir por la mirada tenía como 100 años. En Vietnam no nos había pasado una sola vez que nos pidieran plata o comida, si bien nos habían querido vender todo tipo de cosas en cualquier lado. La mujer tenía un turbante en la cabeza gris , la piel curtida por el sol y creo que no le quedaba ni un diente. La mirada te desgarraba. Se me cerró el estómago por un buen rato después de eso..
A poco rato de pasar la frontera tuvimos que cruzar por un río, pero no a través de un puente sino en balza. Vimos como la gente cruzaba de todas maneras, caminando, en moto en unas camionetas atestadas de gente donde la gente iba apretadísima, sentada una arriba de la otra, muchos de ellos comiendo, durmiendo.
El recorrido por las carreteras, a pesar de que eran puro pozo y que vimos un ómnibus y un camión que habían chocado hacía poco rato, estuvo bueno. Un par de días después hablando con un guía en Siemp Raep nos enteramos que los accidentes de tránsito son una de las primeras causas de muerte en Camboya; por suerte nosotros no entramos en la estadística. Todas las casas en el área rural, están construidas como palafitos, para evitar que se inunden. Son todas del mismo estilo, madera, techo de paja y todas tienen adelante una especie de excavación, supongo que será para evitar que el agua corra y se lleve todo.
Llegamos a Phnom Penh y nos esperaba un cartel, con el nombre de una amiga para llevarnos al hostel en tuk tuk. Viajar en tuk tuk no es una experiencia apta para cardíacos. El tuk tuk es el medio de transporte más común, sobre todo para recorridos cortos y también es objeto de regateo. Con los mismos “tuk tukeros” nos fuimos luego a recorrer la ciudad previo desembarco en el hostel (que como dato anectdótico no tenía camas, solo colchones tirados en el piso).
Fuimos al Museo del Genocidio y luego a un campo de exterminio en las afueras de la ciudad. Yo pensaba que mi capacidad de horrorizarme había llegado al límite en el museo de la guerra de Vietnam, pero me di cuenta que había lugar para más.
El actual museo del Genocidio fue en otros tiempos una escuela importante, pero en 1975 con la llegada del gobierno comunista a Camboya (el régimen de los jemeres rojos) se utilizó como centro de detención,tortura y muerte. Un hombre conocido como Pol Pot, era el secretario general del partido comunista y lider del proceso. Bajo su régimen se cometieron innumerable cantidad de asesinatos en busca del “enemigo oculto” (entiendase enemigo oculto todo lo que tuviera que ver con el capitalismo, occidente y sus instituciones). Con esa bandera mataron a todo tipo de gente: niños, intelectuales, obreros, soldados, extranjeros y cualquier ser que les resultara sospechoso o molesto.
Ahora ese lugar está abierto para el público. Entrando se pueden ver en el primer piso los cuartos de tortura donde ataban a las personas; permanecen incluso las camas donde los ataban, las cadenas, todo.
No es una reconstrucción, todo está tal y como era. Las camas están comidas por el herrumbre, las paredes gastadas, los elementos de tortura están a la vista. Parece como si el lugar hubiese sido echado al abandono de golpe. Creo que no me voy a olvidar nunca del color amarillento de esas paredes .
Si no recuerdo mal entraron más de 20.000personas a ese centro de tortura y sólo 7 salieron vivas de ahí. Los tipos llevaban fichas y fotos de cada uno de los interrogados hasta que morían y durante el proceso de tortura.
Del museo del Genocidio nos fuimos a un campo de exterminio, a unos cuantos km de ahí. El lugar fue uno de los mayores campos de exterminio del país. Ahora está convertido en un parquecito tranquilo, lleno de árboles pero en donde se conservan todas las huellas de la masacre. Se pueden ver las fosas comunes y en una de ellas se pueden ver restos de huesos. Lo más horrible de todo es un árbol, si, un árbol donde estrellaban a los bebés para luego tirarlos a las fosas. En todo el parque hay carteles pidiendo silencio y respeto por las víctimas, aunque en nuestro caso no fue necesario que nos pidieran silencio.
Se calcula que en los años que duró el régimen de Pol pot murieron unos 2 millones de personas, aunque la cifra no se conoce con exactitud.
Hablabamos con una amiga que es admirable que un pueblo pueda reconocer tan abiertamente lo que hizo, lo que sufrió y poder mostrarle a las futuras generaciones y al mundo que no quiere volver a repetir eso nunca más.
En Phnom Phem estuvimos solo un día, y no nos dio para recorrer mucho más. De todas maneras para mi valió mucho la pena. De Phnom Phem partimos a Siemp Raep de nuevo en ómnibus. Estas dos ciudades son bien distintas. Siemp Raep es mucho más chica y mucho más turística. A pocos kilómetros está una de las mayores atracciones del país: el conjunto de templos de Angkor que recibe millones de personas al año. Una muy buena decisión fue haber contratado un guía para recorrer los templos. Su historia personal nos asombró tanto como el lugar. Su vida también estuvo marcada por la guerra donde, entre otras cosas, perdió a dos hermanos. Lo que más me chocó era que el no sabía exactamente su edad y su madre tampoco podía recordarlo, dado que habían sido separados durante la guerra y se reencontraron muchos años después.
Para los que no les gusta leer cosas tristes,como a mi tía teresa, les informo que les doy un respiro. De camboya nos a Malasia y de ahí nos vinimos a pasar unas mini vacaciones en las playas de Tailandia antes de la entrada al grupo de viaje. Acá sólo playa, sol y cerveza, je.